Estaba ya en el kilómetro 35 de 42 cuando me percaté que había cometido un error de principiante. Algo de lo que siempre debes cerciorarte como corredor (claro, además de los mil requisitos que te preparan para un maratón), es el haberte cortado perfectamente bien las uñas de los pies. Si acaso dejas ligeramente cuadrado el corte de cualquier uña de un dedo, lo pagas muy caro. Esa mañana de diciembre del 2018, no me aseguré de lo más básico, ¿el resultado? crucé el kilómetro 42 con un calcetín empapado en sangre. La uña de uno de mis dedos pequeños del pie derecho, había hecho fricción todo el maratón con uno de mis otros dedos. Era un baño de sangre.
‘Healing is about unlearning the notion that we need to protect ourselves from our own pain.’ - Gabor Maté
Estaba sentada en la sala de espera afuera de Quirófanos junto con mi hermano. Teníamos ya 6 horas esperando a que el Oncólogo de mi madre saliera a darnos los resultados de la cirugía. La noticia era negro o blanco, no había más, o el tumor era benigno o maligno, y esto le correspondía a patología determinarlo justo después de extirpar el tumor del abdomen de mi madre. Recuerdo ver al Oncólogo salir por la puerta giratoria, venía retirándose de la cabeza su gorro quirúrgico; sus pasos eran lentos pero firmes. Acto seguido, tomó asiento en la mesita de centro de la sala de espera, dándonos la cara a mi hermano y a mí; sus ojos lo dijeron todo.
Recuerdo cubrirme la cara con ambas manos sintiendo un dolor muy intenso, recuerdo (a falta de kleenex) parpadear muy fuerte para exprimir de mis ojos las lágrimas que iban haciendo fila una tras otra, recuerdo que la voz del doctor se fue desvaneciendo, recuerdo apretar el brazo de mi hermano muy fuerte mientras lo volteaba a ver a los ojos. Esto sucedió 1 semana después del diagnóstico de mi tumor, en la víspera de mi cumpleaños número 35.
Una vez que el Oncólogo se retiró para dar la instrucción de trasladar a mi madre a la que sería su habitación por unos días, recuerdo haberme lavado la cara en el baño y con los ojos hinchados, busqué dentro de mi bolso un labial rojo que siempre traigo conmigo. Ahí sucedió algo, un cambio de switch que me es muy difícil de explicar. Me pinté los labios con ese rojo intenso, y acto seguido, salí del baño sin poder llorar más. Recuerdo enseguida buscar con la vista a mi hermano y decirle ”¿nos vamos a comer?”.
Después de llegar a la meta, irónicamente empecé a cojear. El dedo del pie que había sido literalmente canibalizado por la uña de mi otro dedo, estaba abierto y sangrando. Es extraño, pero aún y cuando kilómetros atrás ya me dolía la herida, jamás concebí detenerme. Era como si algo me jalara, como si una voz me susurrara al oído “todavía no”. Irónicamente, el dolor por un momento tuvo que pasar a segundo plano para yo poder terminar la carrera, y creo que justo esto puede ser un arma de dos filos. No pretendo romantizar la acción de aguantarnos el dolor, pero lo que sí quiero, es dejar claro en este ejemplo burdo, eso que muchas veces hacemos para poder accionar y seguir adelante; no para que lo repliques, sino para que lo concientices cuando te suceda.
Esta semana que ví en consulta a mi Neurólogo para el seguimiento de mi tumor (como lo mencioné en una publicación ayer por la mañana), me percaté que inconscientemente repliqué un detalle de aquel día en la sala de espera. Después de recibir la noticia que mi tumor aumentó de tamaño y que esto implicaría una pronta y muy posible cirugía (*), lloré, lloré montones por unos minutos sin parar. Una vez que salimos mi padre y yo del consultorio, recuerdo excusarme para ir al baño del piso de Neurología. Entré, me lavé la cara y con los ojos hinchados, busqué dentro de mi bolso el labial rojo que siempre traigo conmigo. Me pinté los labios con ese rojo intenso, y acto seguido, salí del baño sin poder llorar más. Recuerdo enseguida buscar con la vista a mi padre y decirle ”¿nos vamos a comer?”.
La mente hace lo que sea por salir del paso, lo cual no está mal, es un mecanismo natural de supervivencia; PERO (y aquí quiero hacer una pausa y tomar aire), es imprescindible que aprendamos a distinguir cuando la conducta constante para salir del paso es reprimir. Es válido lavarte la cara, pintarte los labios de rojo, dar la cara al viento mientras una voz te susurra “todavía no” y al mismo tiempo te oyes decir “¿nos vamos a comer?”, pero es más sano a largo plazo para tí y tu entorno permitirte sentirlo para procesarlo. Siéntelo aunque incomode, siéntelo aunque duela.
Con amor,
- Eira Deneb
(*) Por la ubicación del tumor (a la altura de la cervical 1), la opción ideal desde un principio ha sido NO tocarlo. Una lesión en esa zona de la médula espinal, la cual conecta el cerebro (la computadora central del cuerpo) con el funcionamiento motriz, respiratorio, pulmonar, etc...es algo muy muy serio.
Journal Prompts:
En las áreas más importantes de tu vida, ¿a qué no le estás diciendo “no”?¿Dónde y cuándo has sentido brotar orgánicamente un “no” dentro de tí que no fue expresado?¿Cuándo te has quedado con un “sí” sin ser expresado?
¿Cómo tu incapacidad para expresar lo que genuinamente sientes ha impactado tu vida? (física, emocional y mentalmente) ¿Alguna vez lo has reflexionado?
¿Cuál es la historia detrás de tu incapacidad para detenerte un momento y darte un respiro?
Frase de la Semana:
“The intention in looking at the past is not to dwell on it but to let go of it. The moment you know how your suffering came to be, you are already on the path of release from it.”
- Buddha
Libro que recomiendo:
The Myth of Normal, by Gabor Maté
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Sentirlo todo ❤️🔥 gracias Eira ✨
MyGorgeous💗
Dios contigo 💗
Te Amooooooo💗💗💗💗💗